Y lloré. Lloré de impotencia, lloré de sentir que lo que mas quería se me escapaba de las manos como arena seca, de no entender por qué este tipo de cosas tenían que pasarle a alguien como yo, de la incertidumbre de por qué no eras para mi, de la bronca de saber que algo pasaba pero igual escondía, del miedo de no tener un último beso, de no poder ayudarte, de ser un cero a la izquierda en tu corazón.
Y llegaste. Llegaste para abrazarme y juntar mis piezas rotas, para calmarme y secar mis lágrimas, para encontrar una solución juntos, para admitir tus errores, para apostar por esto una vez mas, para pedirme que no me fuera, para darme el beso mas lindo que me dieron alguna vez.
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