martes, febrero 13, 2018

Despedidas.

El día que se fue el cielo lloraba como si intentara reflejar las emociones que ella no dejaba salir. El tiempo había descompuesto, pero no le dio tiempo a darse cuenta en el apuro que le llevaron los últimos detalles.
Vio los ojos vidriosos del perro que no entendía racionalmente lo que pasaba a su alrededor, que luego de varios intentos en vano de sacar medias del bolso se dio por vencido y se limitó a sentarse, expectante a lo que pasaría después.
Cerró la puerta de casa haciendo vacío, como si todo el oxígeno del mundo se hubiera quedado dentro de la habitación, dejando el ambiente exterior como una nube densa hecha de nada, donde, como la nada misma, hacia imposible el respirar, mucho menos de manipular.
Cada valija pesaba el doble de lo que solía pesar, no solo porque llevaba dentro una gran cantidad de artículos innecesarios, que probablemente guardaría para dejar guardados durante mucho tiempo más, pero también porque cargaba su historia. Sus primeros pasos, el primer diente flojo, el primer amor que no fue (el último también, ojo), el comienzo y el cierre de cada ciclo que no le permitió tomar dimensión de las situaciones hasta el final, hasta que se encontraba al final del precipicio donde debía saltar al siguiente nivel.
Prefirió concentrarse en cada paso que debía dar antes de llegar al mostrador para que la cabeza no le explotara. Le zumbaban los oídos y los músculos se endurecían ante el mínimo indicio de anomalía en la rutina.
Ni siquiera tuvo tiempo de ver el momento en que la puerta de embarque se cerraba tras suyo. Separando una vida de otra, los abrazos cálidos de casa de la fría soledad de empezar de nuevo, los libros y libros escritos durante años de largar a foja cero, el té caliente del desayuno preparado a las apuradas. Los errores viejos de los errores nuevos, que serían más grandes pero que traerían consigo enseñanzas mucho mayores.
Se dejó flotar, rompió las nubes que cubrían el cielo y borró cada tristeza con las gotas de lluvia que inundaban ella ventana.

El comienzo está escrito, el final depende de vos.

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