Afuera el mundo se caía a pedazos y no importaba.
No importaban los mercados, ni la suba del dólar, ni los 15 puntos de diferencia de la oposición.
No importaban las nubes, ni el mal humor de la gente, ni que se me estuviera haciendo tarde para devolver el auto.
No importaba nada.
No importaba que tuviera que dejarte atrás, hasta que te diste vuelta y cerraste tus brazos en mi cintura. Y fue ahí que entendí que a veces el caos puede posponerse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario