Vení, dejá todo como está y quedate conmigo un rato más. Te prometo que vamos a ordenar todo este quilombo después. Un abrazo nos va a dar la fuerza que necesitamos para seguir. Para levantar la alfombra y empezar uno por uno a desenredar los nudos. Los tuyos, los míos. Los nuestros.
Estoy tan cansada de preguntarme adentro qué pasó. Si no era tan complicado. Si nosotros lo complicamos. Si yo lo complico. Si al principio alcanzaba con unos mimos una vez por semana y las risas después del sexo.
Y las charlas hasta cualquier hora. Y las ganas de que estés bien por sobre todo, que siempre estuvieron acá. Que no sé de donde salieron pero siempre estuvieron acá.
Estoy tan cansada de este autoboicot permanente que no sé cómo cortar de raíz. Que sigue apareciendo cada vez que las cosas empiezan a aclararse.
¿Por qué? ¿Porque no nos dan los huevos para dejar las cosas como están? ¿O porque no tenemos las ganas?
Dejalo así. Quedate conmigo. Mirame a la cara de nuevo y prometele a mis demonios que va a estar todo bien. Porque a vos te escuchan. Cada vez que hablás se sientan a mesa y se comportan.
Contales que después de todo eso acá vas a seguir. Porque yo acá sigo, ¿sabés?. Por más que siento que tengo que decirte que hasta acá llego no me animo a soltarte la mano.
No me animo a obligarme a estar sin vos.
Sabiendo que puedo per no quiero.
No me animo a extrañarte como ahora y no poder decírtelo.
No pelear por lo que querés solamente tiene un nombre. Se llama perder.
Y yo no me animo a perderte.
No me animo.
Perdoname.
No hay comentarios:
Publicar un comentario