viernes, abril 15, 2016

Estimado (inserte aquí encabezado dulce):

Es tarde y tendría que dormir. Tu recuerdo viene a mí como una gota de lluvia perdida en el centro del mar: absurdamente eterno a impenetrable. Llegué a la conclusión de que todas las entradas de este blog (o casi todas, para no exagerar, como de costumbre, con los complementos circunstanciales cantidad) hablan de vos, de extrañarte, de tus formas, de tus virtudes, de tus defectos, de nosotros. Pude entonces darme cuenta de que te pienso cuando tengo tiempo, cuando puedo dedicarte el espacio que amerita tu recuerdo, que no te necesito pero que te quiero conmigo, que no sos indispensable pero si digno de querer. 
Te pienso en los lugares relativos a nosotros, en los aviones, por ejemplo. También cuando hace mucho calor o donde la humedad me obliga a atarme el pelo. Te encuentro en cada extraño que ríe tímidamente leyendo, en esa expresión seria tan misteriosa que a veces es imposible de descifrar (creo que lo digo todo el tiempo, debe ser lo que más me gusta de vos después de tu risa). Se me agotan las palabras producto de la insensatez (prefiero llamarle así cuando te extraño, suena menos dependiente), me quedo muda intentando figurar en mi mente como decir lo que pienso (cosa que se hace desesperantemente difícil cuando se trata de vos). 
Me despido abrazándote a distancia y esperando que algún día encuentres esto y rías, solamente para saber que algo o alguien, en algún lugar de este mundo, puede ver lo que más me gusta en el universo. 

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