También por la impotencia de saber que físicamente estás del otro lado del mundo.
Le sumó la necesidad de un último abrazo (de los largos) y la nostalgia que me da ver cuando te alejas dándome la espalda.
Por esa inercia que me impulsa a seguirte y abrazarte de nuevo, por tu mano en mi cabello, por tu brazo en mi cintura, por tus labios en mi frente, por tu voz diciendo "te quiero", por tu existencia, esa aparición omnipresente en cada paso que me ayuda a esquivar el charco.
Por nosotros, sin mucho más para agregar.
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