Sin darte cuenta, me rozás la piel y me quedo dura esperando que no te hayas dado cuenta de lo que acabás de hacer. Y como si me leyeras la mente, me agarrás la mano.
Y por la espalda me camina un calor que me contiene y me relaja el caos permanente en el que vivo, que se esparce por el resto del cuerpo abrazándome; junto con vos, que ahora estás mirándome fijo como si hubieses entendido todo.
Y dejás pasar el momento con la complicidad y la paciencia que veo en vos desde el día uno, cuando cerré los ojos y al abrirlos te encontré al lado, compartiendo mis cosas; y en la paz que me das cuando te quedás dormido, envolviéndome, mientras me dejás hacerte mimos en las pestañas.
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